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De origen y carácter navarro, su vida ha estado marcada por la itinerancia: de Pamplona a Santander, de Oviedo a Valladolid, de Salamanca a Roma. Finalmente, se estableció en Madrid, que ha resultado ser la tierra prometida tan ansiada por ella…
La música ha estado presente siempre en su casa. Su madre inundaba las horas de ocio, los viajes, el tiempo libre. Su padre, músico y compositor, le ha recordado siempre con su trabajo, que la música tiene un importante factor “fatigoso”, pero que no por ello deja de ser sublime. Ambos despertaron en Maite la fascinación por la música y sus infinitas capacidades comunicativas.
Pero si por algo quiere definirse es por su condición de creyente, sincera y convencida. Su gran pasión y el centro de su vida ha sido la fe. La experiencia profunda, personal y misteriosa de un Dios Resucitado, vivo, cercano, lleno de ternura y presente en nuestra historia, ha condicionado cada etapa de su vida. La búsqueda de un mayor compromiso con el Señor ha sido y es lo más importante. Todo lo demás, es secundario. Él le ha enseñado el verdadero amor. Cauce y expresión de su oración son las canciones que compone y que le han ayudado en muchos momentos a entrar en comunión con Él y con los demás.
Finalmente, y por señalar otro rasgo que me define y configura, la comunicación es para ella una fuente de energía y una llamada a poner al servicio cuanto tiene y es. Es, junto con una innata e irrenunciable vocación educadora, el ámbito profesional en el que se va abriendo paso.
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